Despuntaba por sí sola la idea de ir a la montaña. Iba asociada a la sensación de que el fermento popular de los primeros meses quizás estaba mitigado, la ocasión perdida. Ahora uno tenía que arreglárselas por sí mismo. Ya no existía nada público en Italia; nada de lo que normalmente se considera la cultura de un país. Quedaban sí (además de las nuevas instituciones de tipo neofascista, que se sentían como cuerpos extraños, morbo, amenaza) las instituciones privadas, las familias refugiadas en sus casas, los escondrijos domésticos, el trabajo de las mujeres, y también las iglesias, los curas, los poetas, los libros. Quien lo deseara podía retirarse en esos capullos privados y permanecer allí a la espera. Eso no era para nosotros, y nunca se nos ocurrió.
Nos considerábamos neófitos y catecúmenos, pero estábamos convencidos de que en ese momento nos tocaba precisamente a nosotros recoger esos misterios y sacarlos de las ciudades contaminadas, de las llanuras por donde pasaban las columnas alemanas, de los pueblos donde reaparecían, en negro, los funcionarios del caos. Resolver los misterios, ir a las montañas.
Luigi Meneghello (Malo, Vicenza, 1922-Thiene, Vicenza, 2007) fue durante más de cincuenta años profesor en la Universidad de Reading, entre Oxford y Londres. Perteneció a la Resistenza, en la que dirigió un grupo partisano entre marzo de 1944 y la victoria en abril de 1945. Combatiente partisano desde posturas políticas republicanas y socialistas moderadas, compartió lucha y escritura con otros autores como Beppe Fenoglio (Un asunto privado y La paga del sábado, publicados por Barataria), más cercano a posiciones monárquicas, o Italo Calvino, más identificado con el Partido Comunista. Meneghello luchó desde las filas del Partito d?Azione, en el que también militaron Primo Levi, Eugenio Montale o Norberto Bobio. La historia que cuenta en Los pequeños maestros es la de su propia experiencia. Escritor de la memoria y de la evocación del tiempo de la infancia, Meneghello tiene un estilo muy personal en el que mezcla el gusto por la ironía y la investigación lingüística y filológica. La fluidez de su escritura es una sabia mezcla de términos derivados del dialecto de Vicenza, del italiano literario y popular, y del inglés. Su primera novela, Libera nos a Malo (1963), ha sido considerada por la crítica una de las obras claves de la segunda mitad del siglo XX italiano.