En los años previos a la Segunda Guerra Mundial, un gran número de personas de ideología comunista volvió los ojos hacia la Unión Soviética, baluarte de lo que amaban y defendían. Pero una vez allí, a menudo fueron acusados de espionaje o contrarrevolución y enviados a los campos de trabajo de Siberia. Es el caso de Margarete Buber-Neumann, esposa de un miembro del Partido Comunista alemán que huyó a la URSS, donde en 1937 fue arrestado y donde su mujer le vio por última vez. Un año más tarde comenzaría el calvario de la propia Margerete, condenada a cinco años en campos de trabajo. De Siberia fue trasladada al campo de concentración nazi de Ravensbrck, ya en su propia tierra, pero no por eso menos cruel ni humillante.