Los hombres que se dirijan a Punta Ugine deben, como aconsejaba Schiardi, medir bien en sus manos las palabras que puedan ayudarlos a subir, abandonar los conceptos in?tiles que pesan como fardos a las espaldas. Ziegler es el erudito, el hombre que lo sabe todo acerca del alpinismo, pero hundido ante el peso de ese conocimiento que le impide alzar los ojos. Stolz es el hombre del instinto, el escalador nato, y Hintermann, el hombre de leyes, el estudiante agobiado por la tradición familiar que no se decide a emprender su propio destino. Frente a la linealidad de la narrativa tradicional, en este libro las perspectivas se funden unas dentro de otras y el tiempo se subdivide infinitamente. El misterio es la manera en que el novelista ha logrado mantener en pie todo ese enorme laberinto de tiempos y de espacios a través de un pulso narrativo sostenido soberanamente. Frente a los libros concebidos y producidos como mero entretenimiento, un libro como éste exigirá de sus lectores tesón y coraje, una lucha que, como quería Cortázar, sea la lucha de Jacob contra el Ángel.