Hombres y mujeres fascinados por el cuerpo y el alma.
Quince cuentos de traficantes conforman la madeja de este libro que bien pudiera leerse también como una novela fragmentada, puesto que los personajes ambicionan de manera inconsciente un único objetivo: traficar con la belleza.
En algunos casos, una historia conduce a otra, cual eslabón de una cadena narrativa. Desde la muchacha contemporánea que encuentra al joven poeta francés Arthur Rimbaud en la Plaza de la Catedral de La Habana, a la hermosura de la prima de Vera, que inunda París con el perfume aceitoso y tórrido de su presencia, pasando por el dibujante de dunas exiliado en el desierto, contrabandeando camellos y soledad, la adolescente que negocia fotos y futuro, la bailarina del café Parisién metamorfoseada en princesa árabe por unos segundos, las Navidades y sus truculentos tráficos de sentimientos, o la mujer que es capaz de matarse con tal de cumplir con el dictamen de un sueño.
Los personajes de estos cuentos trafican con sus mundos espirituales, con sus angustias, alegrías, abandonos, desencantos y hechizos; aman la belleza, y por eso se detienen tanto en ella, para usarla y reusarla, trocarla por otra o reinventarla. A veces hasta prefieren desmitificarla y destruirse con ella. Son personajes que inundarán el mundo de belleza, una belleza distinta, que una vez traficada muere y renace para superarse a sí misma.