- Editorial:
- ENCUENTRO
- Año de edición:
- 2004
- ISBN:
- 978-84-7490-716-2
- Páginas:
- 128
- Colección:
- VARIAS
MILAGRO DE LA HOSPITALIDAD, EL
CONVERSACIONES CON FAMILIAS PARA LA ACOGIDA
GIUSSANI, LUIGI
El milagro de la hospitalidad recoge diferentes intervenciones y diálogos de don Diussani con los miembros de «Familias para la Acogida», asociación extendida por toda Italia y comprometida durante muchos años en la promoción y el apoyo a la experiencia del acogimiento y de la adopción, y de ayuda a las familias que se abren a esta experiencia. De las últimas palabras, que describen la verdadera posibilidad de la existencia humana, surge una profundización extraordinaria. En una sociedad donde se invoca con frecuencia una calidad de vida diferente, rara vez se pone de manifiesto el elemento fundamental que permite vivir la vida de forma humana: la hospitalidad. Ésta representa la mejor imitación del amor de Dios a los hombres y, por tanto, del mismo amor que constituye la vida de Dios: una disponibilidad completa frente a una presencia completa. El supremo ejemplo de acogida es Dios, que ha sentido una piedad tan grande por el hombre que se ha convertido en uno de nosotros y ha muerto por nosotros. Por eso, la acogida es la realización más excelsa de la caridad, es decir, del reconocimiento de Cristo, de Dios que nos ha amado. De hecho, acogermos porque somos acogidos; amamos porque somos amados. La palabra hospitalidad, de la cual la adopción es un sinónimo concreto, es una expresión significativa del fenómeno completo de la acogida: no existe objetivamente un acto más grande. Hospedar a una persona es dejarla entrar dentro de las fronteras de nuestra propia vida. A diferencia de las demás formas de caridad, la hospitalidad afecta a la persona completa, no a un aspecto o a una necesidad parcial de ella. La persona revive en el gesto de la acogida o de la hospitalidad y se hace sensible al amor de Cristo por el hombre. Dice san Pablo: «No os olvidéis de la hospitalidad; gracias a ella hospedaron algunos, sin saberlo, a ángeles» (Hb 13,2).